Empieza un nuevo año, y uno de nuestros muchos, muchísimos propósitos es compartir por aquí algunos de los libros que nos gusta tener cerca según la época del año que nos ronda. Y para estrenarnos hemos elegido 13 títulos, uno para cada mes de enero a diciembre, excepto julio que le tocan 2.

Y si, como por aquí, tenéis mesita de estación, será un buen recurso a tener a mano para pasar un buen rato, aunque de la mesita de estación os hablamos otro día.

 

Enero

Búho en casa, de Arnold Lobel, editado por Ekaré. 

Enero es el mes de la magia, de los nuevos propósitos, de comienzos, pero también de recogimiento, de vuelta al cotidiano en la intimidad del hogar, resguardados del frío y de las noches largas que muy lentamente comienzan a menguar.

No se me ocurre mejor lectura para compartir bajo la manta en el sofá, junto al fuego si lo tenéis y descubriendo cómo hacer té de lágrimas que reconforta en la mayor de las melancolías.

 

 

 

Febrero

Un lunes por la mañana, de Uri Shulevitz, editado por FCE.

Febrero es corto, a menudo plomizo, llueve, sale el sol, hace frío, pero la luz dura cada vez más ahí fuera, y de pronto surgen planes y tareas que nos obligan a ir saliendo del cálido hogar en el que llevamos buena parte del invierno.

Un lunes por la mañana es un recreo sobre una cancioncilla popular francesa, aunque en este caso el número de personajes que aparecen de visita va aumentando a la par que pasan los días. En este ir y venir a lo largo de la semana somos testigos de un cotidiano teñido de soledad, fantasía y cierta dosis de magia. Un libro imprescindible en toda biblioteca de álbumes ilustrados.

 

 

 

Marzo

¿Mau iz io? de Carson Ellis, en Barbara Fiore Editora.

El asombro que producen los brotes nuevos al asomarse sobre la tierra en esta época del año es siempre un motivo para aventurarse a explorar.

Y aunque el asombro es algo que sucede, sin más, hay que entregarse un poco a él, mirando con cierta inocencia, no dando nada por sentado, inventando incluso nuevos lenguajes con los que expresarse, pero sobretodo permitiendo que formemos parte de dicho asombro, aunque cada primavera suceda lo mismo.

 

 

 

Abril

Un día de tormenta, de Daniel Nesquens y Maguma, editado por Abuenpaso.

Pues eso, abril aguas mil, lo mismo nos cae una tormenta y nos deja temblando, que sale un arco iris tiñendo de color el horizonte o nos calamos gota a gota medio hipnotizados por el ritmo de la lluvia cayendo sobre nuestros pies.

Y así es abril, un disparate a veces, y no sólo por la lluvia que cae alocada.

Y así es este libro, un disparate también, divertido, fresco y juguetón, con dos historias que mecen cual olas en el mar y nos sumergen en el universo surrealista que podemos encontrarnos cualquier día de abril en las calles de nuestra ciudad.

 

 

Mayo

¿Sales a jugar? de María Pascual, editado por Narval.

Si algo pasa en mayo es que se disparan las ganas de salir a jugar. A la plaza, al parque, a las pistas. Y hay que salir. Y hay que jugar. Hay que ocupar las calles y las plazas con tizas, escondites, pañuelos, cuerdas y balones.

Y si no os acordáis de cómo se jugaba al pañuelo o al balón prisionero este libro va fenomenal, claves sencillas para poner en marcha el juego entre la pandilla del barrio. Y si llueve y no podéis salir, al menos la sorpresa y las risas están aseguradas con las deliciosas ilustraciones que atrapan de principio a fin.

 

 

Junio

El coleccionista de momentos, Quint Buchholz, Lóguez Ediciones.

¿Os ha pasado alguna vez al llegar junio que respiráis el alivio de haber llegado al final del curso y al mismo tiempo la sensación de que se escapa algo, quizás el tiempo?

Una galería de prodigios son mostrados a través de una historia sencilla y sin pretensiones, donde el acento sin duda está en los mundos evocados a través de cada una de las imágenes, a través del tiempo detenido, a través del tiempo que ha pasado y a través del tiempo que vendrá. 

 

 

 

Julio

La casa del árbol y La isla, de Marije Tolman y Ronald Tolman, editados por AH pípala.

 

Hay lugares en los que una se podría quedar a vivir si se dieran las condiciones adecuadas. Tanto una casa en un árbol como una isla son lugares perfectos para pasar las largas tardes de verano leyendo tu libro favorito, recibiendo la visita de mil pájaros que están de veraneo justo al lado, organizando reuniones de amigos que se quedan varios días, viendo los colores del cielo al atardecer…

Yo sin duda, me quedaría ahí a vivir, disfrutaría como una osa.

 

 

Agosto

Vacaciones, de Blexbolex, editado por Libros del Zorro Rojo.

Dicen los versos de Lorca:

Agosto. 

Contraponientes

de melocotón y azúcar, 

y el sol dentro de la tarde, 

como el hueso en una fruta. 

La panocha guarda intacta

su risa amarilla y dura. 

Agosto. 

Los niños comen

pan moreno y rica luna.

Estos colores evocados en los versos del poeta aparecen cada agosto a través de los ojos. Y estos colores son los que pasan por las páginas de este libro editado con tan buen gusto (formato, papel, lomo entelado…) del que pueden hacerse múltiples lecturas.

De entre todas destacaría dos, una la que muestra el enorme abanico de emociones, reacciones y frustraciones que se dan en la infancia sin que haya ni un sólo atisbo de juicio en la narración, algo que como lectora se agradece un montón; y la otra lectura que me fascina es la que tiene que ver con el formato de viñetas superpuestas como ventanas de un tren a través del que descubrir el relato. 

 

 

 

 

Septiembre

Sombras, de Suzy Lee, en Bárbara Fiore Editora.

¿No diríais que septiembre es el mes de las sombras? No las que nos oscurecen por dentro, no, las sombras del suelo, las que jugamos a pisar mientras volvemos del paseo, las que nos sorprenden por su longitud cuando siempre nos hemos sabido de poco tamaño…

Ahora las tardes van a cambiar, la vuelta al cole nos va pidiendo rutina, un poco de ritmo, pero aún hay mucho tiempo libre para jugar, y explorar la sombra puede llegar a ser fascinante, porque ¿qué puede haber más fascinante que descubrir lo que hay en nuestra propia sombra? ¿Acaso somos siempre las mismas? ¿Existe otro mundo paralelo que solo vemos proyectado en el suelo o la pared? ¿Y no tendrá esto también que ver con las sombras que nos habitan por dentro?

Mmmm, yo miraría a ver qué hay ahí escondido.

 

 

Octubre

Korokoro, de Emilie Vast, en Bárbara Fiore Editora.

Cuando vives en un lugar donde el otoño te rodea a través de grandes árboles, de alfombras de hojas secas, de frutos y cortezas con los que inventar duendes y seres del bosque, octubre puede ser un mes apasionante.

Y esta pequeña joya de libro desplegable se convierte en un aliado perfecto para los paseos otoñales.

 

 

 

Noviembre 

El río, de Alessandro Sanna, editado por Libros del Zorro Rojo.

La luz en noviembre va menguando, cada día un poco más oscuro, aunque las tardes alarguen el brillo a través del dorado de poniente.

Un tercio de tierra y dos tercios de cielo. Y las lluvias crecen el caudal del río, entonces la proporción se invierte. Después llegará el invierno, y tras él siempre el cambio, la primavera, y luego el verano. 

Mirar el río hecho de tiempo y agua

y recordar que el tiempo es otro río,

saber que nos perdemos como el río

y que los rostros pasan como el agua.

J. L. Borges

 

 

Diciembre

Martín y la primera nevada, de Sebastian Meschenmoser, en FCE.

Y de nuevo diciembre, las ganas de refugio, de cueva, de habitar el invierno desde el descanso y el sueño. Eso si eres una ardilla, o un erizo, o un oso, que te puedes permitir el lujo de una gran sobada invernal, porque lo que somos nosotros, diciembre es un mes de lo más loco, quizás sea una estrategia de la especie para mantenernos despiertos, quién sabe.

Aunque si es por descubrir la nieve yo dejo de dormir, como los amigos de este cuento, porque ya sabemos todos que cuando nieva volvemos a tener 5 años.

 

 

Feliz año, felices lecturas.