Yo creo que venimos de la luna negra, y vamos hacia ella. 

Cada vez que evoco el nacimiento de mis hijos, la imagen de la cueva, de lo oscuro, de la penumbra, de lo redondo… aparece.
Y lo mismo cuando me asomo a la muerte.

Y no se trata más que de mirar el ciclo, de observarlo.

La ventaja de ser mujer es esa conexión tan profunda con lo cíclico, y cuando conectas conscientemente observando, adivinando, revelando, intuyendo…, aparece de nuevo el asombro por cada pequeño descubrimiento.
Hay una mujer maravillosa que hace un trabajo de investigación, difusión y acompañamiento importantísimo en este campo, Sophia Style y hace seis años que yo la conocí, en noviembre de 2013, justo 6 meses después de perder a mi madre.

Hasta ese día lloraba cada día, desconsoladamente.
En el encuentro lloré como nunca.
Sostenida por mujeres que no necesitaban que contase nada, pude sentirme caracol, osa en la cueva, pajarillo desnudo en el nido, guerrera furiosa… sin que nadie necesitase que contase nada.
Y funcionó.
Aún lloro, pero sentir la fuerza de lo femenino sosteniéndome, me hizo respirar tan hondo que llegó al fondo y deshizo el peso del pozo.
Descubrí que uno de los regalos que me estaba dando la vida a través de la muerte era poder poner mis manos y mi alma sobre una máquina de coser en la que se había tejido gran parte de mi infancia, y con las manos firmes contar las historias que mi alma halla.
A veces se atascan los hilos, a veces se atascan las lágrimas, pero no hay nada que una caricia de hija, que una caricia de madre, no pueda desenredar.
Este libro de tela nace de ahí, y si te gusta estaremos encantadas de hacerlo para ti, a mano, con tejidos naturales y el mimo y cuidado que requiere.